Dibujante, grabador, escritor, catedrático y restaurador, sus obras han sido expuestas en los principales recintos museísticos del país, así como en el Museo del Vaticano, y fue reconocido por instituciones internacionales.
Cronista, investigador y restaurador dedicó casi cinco décadas a la creación de La historia de Tlaxcala y su contribución a lo mexicano
La Secretaría de cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) rememoran este 14 de septiembre a Desiderio Hernández Xochitiotzin (1922-2007), figura relevante del muralismo mexicano en su 15 aniversario luctuoso.
El también cronista e investigador difundió la historia y cultura de Tlaxcala, su estado natal, en su magna obra La historia de Tlaxcala y su contribución a lo mexicano, la cual se puede visitar en el Palacio de Gobierno de la entidad.
Consideraba que los tlaxcaltecas no traicionaron a México, tesis que defendió, argumentó, difundió y pintó el artista a lo largo de su carrera. Detallaba que antes de la llegada de Hernán Cortés, México todavía no existía como nación y que la antigua república de Tlaxcallan, conformada por cuatro señoríos, vivía cercada por el imperio mexica; era enemigo de éste y no aliado, por ello —sostenía— no hubo traición.
El artista nació en San Bernardino Contla, Tlaxcala, pero desde muy pequeño se trasladó a Puebla, donde creció y se formó en la Academia de Bellas Artes del estado. “Él nunca rompió sus lazos con Tlaxcala”, detalló su hija Citlalli H. Xochitiotzin y recordó que su padre regresó a su estado natal para iniciar el proyecto muralístico que le tomaría cinco décadas.
“Mi padre se levantaba todos los días a las seis de la mañana para trabajar, tocaba el muro por la humedad y veía que el albañil pusiera la marmolina. Desayunaba entre las siete y siete y media, y terminaba su trabajo a las 12 de la noche. Era extremadamente metódico.
“Heredó de mi bisabuelo y de mi abuelo un código franciscano. Era un hombre que entendía la riqueza emocional. Sabía que sólo la rectitud, la bondad, la entrega, la pasión y el amor prevalecen más allá de la vida”.
Hernández Xochitiotzin se encargó de estudiar y entender su devenir, para restituirles su grandeza y señalar cómo su historia, tradiciones y cultura enriquecen a la nación.
Fundamentado en una profunda investigación histórica, su mural La historia de Tlaxcala y su contribución a lo mexicano narra la historia a través del punto de vista de los tlaxcaltecas: desde la época prehispánica, pasando por la Conquista, la Colonia, la Independencia, hasta la época moderna, en la que no omite las tradiciones, las costumbres, la gastronomía y los personajes de Tlaxcala, los cuales cubren más de 400 metros cuadrados, pintados al fresco acuarelado, en un estilo florentino.
Además de esta obra, su profunda religiosidad lo inspiró a realizar otros murales como Conversión de San Agustín y San Agustín a la orilla del mar (ambos de 1942) en el templo de San Agustín Calvario en Cholula, Puebla, o Los quince misterios del Santo Rosario (1952) en el Templo de Fátima de Tacámbaro, Michoacán, así como una gran obra de caballete, donde también destacan géneros como el retrato y el paisaje.
Integrante de la segunda generación de muralistas al fresco y heredero de la Escuela Mexicana de Pintura, en 1949, junto con Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo, Gerardo Murillo Dr. Atl, Frida Kahlo, Juan O’Gorman, entre otros artistas, fundó el Salón de la Plástica Mexicana.
Dibujante, grabador, escritor, catedrático y restaurador, sus obras han sido expuestas en los principales recintos museísticos del país, así como en el Museo del Vaticano, y fue reconocido por instituciones internacionales como las universidades de Estocolmo, Harvard y La Sorbona.