Héctor Aguilar Camín
Federico Navarrete, autor clave en la historia de la discriminación y el racismo en México, ha recobrado una historia de la Conquista que pone esa historia al revés, en realidad: al derecho.
Es la historia de los tlaxcaltecas como triunfadores, no como víctimas, de la Conquista española, esa inmensa ficción de la historia patria según la cual todos los pueblos prehispánicos originarios, todos los señoríos de Mesoamérica, fueron por igual violentados, conquistados y luego esclavizados por los españoles.
La verdad es que el único pueblo prehispánico derrotado en lo que solemos llamar Conquista, es decir, en la caída de Tenochtitlan, fueron los temidos mexicas, señores de la gran ciudad lacustre, cuya dureza y crueldad había sembrado en sus dominios tanto miedo como odio.
A partir de 1540, recuerda Navarrete, los gobernantes de Tlaxcala empezaron a escribir la historia de su participación en la Conquista como la historia de unos triunfadores, aliados a los españoles no sólo en la caída de Tenochtitlan, sino en otras campañas militares de sorprendente rango territorial, pues hubo tlaxcaltecas en expediciones lo mismo en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, que en Sinaloa.
“Los tlaxcaltecas” escribe Navarrete, “presentaron su propia versión de la conquista, donde ellos eran los principales triunfadores, en los murales pintados en la Casa Real de la nueva ciudad de Tlaxcala, en códices como el llamado Manuscrito de Texas, en gigantescas telas pintadas como el Lienzo de Tlaxcala y también en largos textos escritos en español como la Historia y la Relación geográfica de Tlaxcala de Diego Muñoz Camargo”. ( “La memoria tlaxcalteca de la conquista” http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2619/2616).
Cobraron bien sus servicios como conquistadores victoriosos. Obtuvieron de la Corona española que “su ciudad fuera declarada autónoma, y sólo pudiera ser gobernada por sus naturales, que ninguna de sus tierras fuera despojada y que ningún tlaxcalteca fuera esclavizado, dado en encomienda o sometido a los españoles, que sus nobles fueran reconocidos como nobles españoles y pudieran vestirse como españoles, montar a caballo y usar armas de fuego y mucho más”.
La historia tlaxcalteca fue la primera, acaso la única, escrita por los actores mismos, no por frailes traductores o por cronistas de Indias de la metrópoli.