Santiago Xicohténcatl el VALIENTE Tlaxcalteca que MURIÓ con los 'Niños Héroes'



Felipe Santiago Xicoténcatl Corona es uno de los héroes olvidados por la ingratitud nacional. Nacido en Contla, Tlaxcala, el 1 de mayo de 1806, ingresó a las fuerzas armadas de la naciente república en 1822, cuando apenas cumplía 16 años. Por sus méritos en campaña, el Presidente Vicente Guerrero lo ascendió al grado de Teniente. Se distinguió en hechos de armas en Yucatán, Tabasco, Jalisco y Puebla, por lo que le fue conferido el mando del Batallón de Lagos. 

En defensa de su patria, fue un aguerrido combatiente contra la invasión norteamericana. Gravemente herido en la Batalla de la Angostura, le concedieron el mando del Batallón de San Blas, con el que participó en la Batalla de Cerro Gordo, en las afueras de Xalapa, Veracruz.

El ejército invasor lo encabezaba su propio comandante o Ministro de Guerra, el Gral. Winfield Scoot al que acompañaban Ulises Grant y Robert E. Lee, militares que años después se enfrentarían en la Guerra de Secesión norteamericana como comandantes de los ejércitos del norte y del sur. Además, durante su estancia en Puebla, el Gral. Scoot logró la ayuda del arzobispo para formar los batallones SPY BATTALION de fanáticos traidores mexicanos comandados por Manuel Domínguez, con los que finalmente invadió el valle de México.


Tras las batallas de Padierna, devino Churubusco, donde los norteamericanos, reforzados con los traidores poblanos, lucharon contra el Gral. Anaya, al que se había unido el Batallón de San Patricio compuesto por irlandeses que se pasaron al lado mexicano, al constatar lo injusto de la guerra de despojo que sufríamos. Tras nuestra derrota, Scoot incurrió en actos de humillación y tortura ejecutando por ahorcamiento y como traidores a los combatientes del Batallón de San Patricio.


En Molino del Rey, inexplicablemente fuimos derrotados, cuando una caballería de 3 mil hombres al mando de Juan Álvarez no entraron al combate, en el que los mexicanos sin ningún general que los guiara, pelean en una encarnizada batalla que produce 780 muertos en cada bando. 


Santa Anna concentró las tropas mexicanas en las garitas de la ciudad de México y dejó el Castillo de Chapultepec con algunos cadetes, y resguardado por el Batallón de San Blas comandado por nuestro héroe, don Felipe Santiago Xicoténcatl Corona. El castillo fue bombardeado inmisericordemente día y noche, el 12 y 13 de septiembre y finalmente asaltado. El Batallón de San Blas lo defendió en las rampas, hasta la muerte del último de sus integrantes. Al caer su abanderado, el propio Santiago Xicoténcatl recogió su bandera y murió enarbolándola y cayendo envuelto en ella.


Xicoténcatl fue sepultado en la capilla de San Miguel Chapultepec, envuelto en su bandera tinta en su propia sangre, y posteriormente sus restos trasladados al Panteón de San Fernando y finalmente, se incineraron su despojos y sus cenizas, en una urna de cristal y plata, permanecen en el Altar a la Patria, inaugurado en el centro del Bosque de Chapultepec, por el Presidente Alemán en 1947, al celebrarse el centenario de esta gesta. 


Caído Chapultepec y asesinados nuestros Niños Héroes, el «Presidente» Santa Anna huyó y los invasores entraron a la ciudad de México sin ninguna resistencia. Cuenta don Melchor Ocampo, que cuando un soldado norteamericano izaba la bandera enemiga en el asta del Palacio Nacional, cayó muerto por el certero balazo de un francotirador. Yo rindo aquí un homenaje al mexicano que hizo este disparo.


Lamentablemente, del 15 de septiembre de 1847, al 12 de junio de 1848, durante nueve meses, la bandera de las barras de sangre y las estrellas robadas, ondeó en el asta bandera de nuestro Palacio Nacional, después de que el 2 de febrero de 1848 se firmó el infame Tratado Guadalupe-Hidalgo, llamado así porque se rubricó en la Villa de Guadalupe, donde inmediatamente después de ser signado, la alta clerecía celebró con los invasores una misa de Tedeum, para dar gracias a la Virgen Morena por la anexión a los Estados Unidos de más de la mitad de nuestro territorio, por el despojo que sufría nuestro país.


A don Felipe Santiago Xicoténcatl Corona, el héroe olvidado al que nunca se menciona en nuestras fiestas patrias, rendimos un sentido homenaje de admiración y respeto. Su ilustre nombre mereciera estar inscrito en plazas y calles de toda nuestra nación.

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