Fábricas del Ejército elaboran protecciones y uniformes sanitarios; tres millones de piezas impiden contagios al personal de salud.
Del color verde al azul, de vestir soldados a proteger a médicos, enfermeras y trabajadores sanitarios, así se han transformado las Fábricas de Vestuario y Equipo (Fave) de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) desde marzo pasado, cuando comenzaron a elaborar equipos de protección personal reutilizables para el personal de salud que se encuentra en la primera línea de batalla contra el coronavirus.
Al entrar a las Fábricas de Confección C y de Trazo y Corte, localizadas en el sur de la Ciudad de México, un mensaje recibe al personal militar que trabaja en la elaboración de 2 mil paquetes completos de uniformes: “Cero errores, cero accidentes”.
Los letreros que cuelgan sobre los pasillos donde están colocadas más de 70 máquinas de coser industriales, una decena de enormes mesas de trazo de ambas fábricas, y casi 200 trabajadores (en ambas naves), reflejan la exigencia de calidad y perfección para elaborar los uniformes que protegerán de un contagio al personal médico.
“Estamos elaborando vestuario y equipo en apoyo al Plan DN-III por la situación en que se encuentra el país, para apoyar al personal de salud. Hemos tenido que dedicar más empeño al trabajo, cerciorarnos de la calidad y de cubrir en tiempo y forma todo lo que se requiere”, asegura Suleima Nava Maldonado, subjefa de la fábrica de Confección C.
“Antes [en la fábrica] se veía todo verde, ahora es azul y blanco”, dice.
A la fecha, los militares han elaborado 3 millones de piezas: 30 mil batas, 26 mil 966 uniformes, 71 mil 347 gorros e igual número de zapatones, así como 2.5 millones de cubrebocas reutilizables y 3 mil batas de hospitalización con pantalón.
Desde el pasado 23 de marzo, cuando se declaró la emergencia sanitaria por Covid-19, las máquinas de cortado no han dejado de trazar ni cortar y las de coser no han parado de unir piezas para transformar en equipo quirúrgico los enormes rollos de tela de algodón de color azul que descansan en las fábricas.
A la fecha, los militares han elaborado 3 millones de piezas: 30 mil batas, 26 mil 966 uniformes, 71 mil 347 gorros e igual número de zapatones, así como 2.5 millones de cubrebocas reutilizables y 3 mil batas de hospitalización con pantalón.
“Nuestra misión es salvaguardar a la población civil y apoyar a la nación en situaciones de emergencia. En este caso es una enfermedad, pero siempre estamos en las buenas y en las malas apoyando en la parte logística o en seguridad”, afirma Ricardo Ramírez Zamora, jefe de la Fábrica de Trazo y Corte.
El material tiene como destino el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER); los hospitales del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), los reconvertidos del Ejército, y del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Ahora que el país lleva más de un mes en la nueva normalidad, el ritmo de trabajo ha bajado pero al inicio de la contingencia estaban dedicados a la tarea de producir material quirúrgico, sobre todo cubrebocas en las cinco fábricas de confección, mientras que la de trazo y corte tuvo que trabajar a dos turnos para sacar la demanda.
Durante esas primeras semanas, la necesidad de cubrebocas llegó a ser tanta que no había tela que alcanzara, relató Ramírez Zamora.
Ante ello, se trabajó con material que el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado había decomisado y que se donó a la Sedena para la elaboración de cubrebocas.
“Nada más nos fijamos que las telas fueran de fibras naturales o de algodón, y salieron cubrebocas de todos los colores”, detalló.
En un recorrido de EL UNIVERSAL por las fábricas, los militares reconocen con orgullo que en esta ocasión su trabajo es apoyar a los trabajadores sanitarios.
“La misión del Plan DN-III es brindar lo que sea necesario, en el momento que sea necesario, a quien sea necesario. No considero que apoyar al personal de la salud sea retroceder, de ninguna forma”, subraya Nava Maldonado.
Carlos Cobaxi Francisco, soldado operario que trabaja en producto terminado, se dedica al último proceso de control de calidad de los uniformes, a retirar las hebras sueltas de pantalones y filipinas, doblarlos y empaquetarlos para cargar cajas y trasladarlos en camiones.
“Es como un granito de arena que estamos poniendo los compañeros para que salga un uniforme tiene que pasar por la mano de toda la fábrica. Es un orgullo poner este granito de arena para eso. Esta es mi forma de apoyar, haciendo mi trabajo”, asevera.
“Todo lo que deseamos es que la gente deje de contagiarse y deje de haber tanta situación de dolor y de muerte para las familias. Aunque estemos de este lado, nuestras familias también están expuestas, sólo queremos que esto acabe”, expone Suleima Nava Maldonado.