Karla murió en su trabajo, su cuerpo presentó huellas de agresiones sexuales. Las autoridades dijeron que todo había sido un accident
Una pierna completamente Karla murió en su trabajo, su cuerpo presentó huellas de agresiones sexuales. Las autoridades dijeron que todo había sido un accidente, un labio con una mordida que le desprendió la carne y múltiples golpes en el cuerpo, ese, según las autoridades, fue el resultado de que a Karla Pontigo, una joven de 22 años le cayera una puerta de cristal encima.
A pesar de que ella peleó por su vida, el cristal terminó por matarla la madrugada del 28 de octubre de 2012, pero esa versión no convence a Esperanza, su madre; a sus hermanos, ni a la opinión pública de San Luis Potosí; a ella la mataron.
Alegre, con muchos amigos, dulce, amante del baile, de la música pop y “muy humanitaria”, así era Karla en palabras de su madre. La voz de la señora Esperanza comienza a ser aguda cuando enlista sus virtudes.
Por las mañanas estudiaba, por las tardes trabajaba y además, los fines de semana tenía otro trabajo que le permitía ayudar con los gastos de la casa, que para doña Esperanza eran fuertes de afrontar con el sueldo de un empleo en una fábrica de la zona industrial de San Luis.
Karla y sus ganas de comerse el mundo
A sus 22 años, Karla ya había estudiado una carrera en sistemas computacionales, otra para ser estilista profesional y cuando dio su último respiro, cursaba la Licenciatura en Nutrición en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP).
Disfrutaba mucho de peinar y maquillar a sus amigas, quienes la siguen llorando, “hasta la fecha ellas vienen a verme y no se resignan a no tenerla”, cuenta la señora Esperanza.
Las 24 horas del día eran pocas para la joven de 22 años, en las mañanas tomaba clase en la UASLP, por las tardes trabajaba en una clínica que ofrecía masajes de rehabilitación física y cuando llegaba el fin de semana, un nuevo empleo la esperaba en la discoteca Play Club, donde era animadora.
“Ella era muy eficiente, hacía las cosas con amor, con alegría, porque ella no era de las personas que se quedaban con las ganas de hacer algo, ella era emprendedora”.
Karla murió en un día con “mucho frío”
“Ese día fue algo raro desde que yo me levanté”, relata doña Esperanza, quien como todos los días laborales, sale de la cama desde las cinco de la mañana para preparar el almuerzo de sus hijos y después irse a la fábrica, pero ese día no era normal, se sintió algo raro.
“Yo me empecé a sentir mal, no sé que tenía, algo en mi cabeza… yo sentía como que se me había subido la presión, fui, me la chequé y me dijeron que estaba bien, pero yo me sentía mal, muy mal todo el día y a eso de las 12 empezó Karla a llamarme”.
La joven llamó constantemente durante la tarde del 27 de octubre a su madre, le decía cosas como que tenía hambre y le preguntaba insistentemente si la iba a pasar a recoger a su trabajo en la clínica de rehabilitación… todo muy raro.
Entrada la tarde, los hermanos de Karla y doña Esperanza abordaron su “vochito” y salieron de casa para ir a recogerla hasta la clínica, que no quedaba nada cercana, compraron una pizza y un refresco en el camino para que la joven pudiera comer algo, el tránsito ese día fue muy pesado, había futbol en San Luis.
Apenas pasaron unos minutos luego de que Esperanza y su hijo hablaron, cuando recibió la llamada que le provocaría un cataclismo:
“Mamá vente al hospital, Karla tuvo un accidente”.
Sin más información, doña Esperanza tomó un taxi, se dirigió a casa de su madre para dejar a su hijo más pequeño. Mientras, los minutos antes de llegar a conocer qué le había pasado a su hija corrían muy lento, su desesperación la llevó a abandonar el primer servicio a media carretera oscura y desolada, para caminar y conseguir otro que avanzara más rápido.
¿Qué le pasó a Karla?
Cuando llegó al hospital central, doña Esperanza vio a su hijo blanco, transparente, tomado de las paredes, casi cayéndose. “¿Qué le pasó a Karla?”, preguntaba a gritos, nadie podía responderle.
Instantes antes, el hermano mayor de Karla la había encontrado en el suelo, en medio de un lago de sangre, con apenas un hilo de vida; el suficiente para aferrarse a ella y dar batalla.
Cuando el joven llegó al club por su hermana, no lo dejaban pasar, tuvo que forcejear para poder entrar a la fuerza. Karla yacía ahí tirada, sin nadie que la ayudara, nadie llamó a los servicios de emergencia para apoyarla, nadie le avisó a la familia, no hicieron nada…
En el hospital, doña Esperanza logró ver a su hija entre una decena de médicos, estaba desnuda, mientras uno le proporcionaba oxígeno, otro la tapaba y los demás trabajaban por salvarla, pero nadie sabía qué había pasado.
Tras una primera cirugía, Karla presentaba un estado grave, pero estable; sin embargo, la situación se complicó, por alguna razón su cuerpo tenía hemorragia y requirió de otra intervención más y de muchas unidades de sangre.
“Su hija viene con una herida punzocortante oblicua de abajo hacia arriba, le cortaron la vena aorta, la vena tumoral y las principales venas, nosotros vamos a operar la trayectoria de la pierna”, le dijo un médico a la señora Esperanza y fue lo único que supo por mucho tiempo.
Con la pierna amputada, un golpe en la cabeza, un ojo casi de fuera, el labio con una mordida que le había arrancado la carne, heridas en todo el cuerpo y con marcas de dedos en el cuello, fue como Esperanza vio por última vez a su hija con vida. Aferrándose y a la espera de un milagro.
“¡Dejen de estarme haciendo pendeja!, ¿qué pasó aquí?”, fue el alarido que dio la mamá de Karla al mirar las condiciones en las que se encontraba su hija. Otra vez no tuvo respuesta.
Karla no pudo con dos cirugías, un infarto y una hemorragia. En la madrugada, personal médico le solicitó a la madre la donación de órganos, todo esto sin haber recibido explicación alguna, ninguna autoridad se presentó, ninguna persona del lugar… nadie sabía nada sobre lo ocurrido aquella noche en esa discoteca.
“¿Tú quieres sus órganos?, ¿yo quiero una demanda?”. Con un “trueque”, así fue el primer acercamiento de la familia a las autoridades. La declaración de Esperanza, del papá de Karla y de su hijo, la tomó el Ministerio Público de donaciones, no había nadie más que lo hiciera.
Los riñones y las córneas de Karla fueron la moneda de cambio para que alguien volteara a ver a la familia y les ofrecieran respuestas.
Al cuerpo de “la gran amiga” se le practicó una necropsia, ésta arrojó indicios de violencia sexual, el labio vaginal inferior y el exterior estaban inflamados y rasgados. La encargada del procedimiento le dio esta información a doña Esperanza y le pidió ir al siguiente día por el informe, pero jamás estuvo disponible.
¿Cómo lo perdieron?, no lo sé, esa es mi pregunta, jamás he sabido”.
Investigaciones?
Desde el primer día, la línea a seguir era que Karla se había estrellado contra la puerta de cristal, para las autoridades todo estaba muy claro, su muerte había sido un accidente.
La primera vez que doña Esperanza vio el expediente apreció las fotografías de la famosa puerta con apenas una rotura, más adelante, cuando gracias a sus abogados y a varias disputas tuvo acceso completo a la carpeta, ésta ya contaba con imágenes de una puerta hecha pedazos.
“Pero ni así podías creer que se había estrellado con una puerta de cristal”.
La lucha de doña Esperanza ha sido muy larga, la respuesta que tanto pidió no la convence, abogados, amparos, idas y vueltas, así han sido siete años.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación atrajo el caso de Karla en julio de 2016 y debido a las múltiples inconsistencias ordenó la investigación del caso como feminicidio el 13 de noviembre de 2019. Hasta ahora, la fiscalía de San Luis Potosí no ha hecho nada.
¿Quién era el dueño del Play Club?
Doña Esperanza sabe muy poco de él, sólo lo ha visto una vez. El hombre es conocido por ser el dueño de antros en la ciudad.
Lo que sí sabe es que había tenido problemas con su hija, en alguna ocasión le robó el celular y no le gustaba que a Karla la saludaran sus amigos de beso.