Familiares, amigos y visitantes de otros países pintaron de verde, blanco y rojo el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México
Los visitantes extranjeros suelen tener un segundo país, para que sus emociones lleguen lejos. Los hay de Francia, Japón, China y algunas partes de Sudamérica, como Colombia. Algunos vienen seguido por cuestiones trabajo. Otros pasan los días aquí, en la Ciudad de México, y se encuentran con la llegada de los atletas que participaron en los Juegos Panamericanos de Lima 2019.
La mayoría de ellos se sorprende. No dejan de preguntarse de dónde salieron los mariachis, las banderas, la mujer caracterizada de China poblana y ese imán que generan los colores de México. Los últimos en sumarse son los atletas, en gran parte medallistas de oro, plata o bronce, después de más de seis horas de viaje.
“Queríamos un poco más, no se pudo, pero será una cuenta pendiente“, dice Alejandra Valencia, ganadora de los tres metales, en el equipo de Tiro con Arco.
Y, mientras cada atleta se detiene y celebra con los suyos, los testigos le dan fuerza al grito de “¡México, México, México!”, sin importar el idioma y el sello de otro país en su pasaporte.
“Viajamos con el objetivo de traer una medalla y se logró. Lo que sigue es mantener la misma motivación, para llegar al Campeonato Mundial de Atletismo, en Qatar”, señala Horacio Nava, plata en los 50km de marcha.
Los rostros son de alegría y agradecimiento. Para los que son de aquí, como sus familias, y los que vienen de otros lados. Porque, por varios minutos, en la sala de vuelos internacionales sólo existe una bandera: la tricolor. Y son estos atletas, de disciplinas como el judo, karate, softbol femenil, golf y ciclismo, los que provocan el orgullo de gente desconocida que lleva sus emociones lejos. A miles de kilómetros de sus casas.