En los principales cruceros de las ciudades como Tlaxcala, Apizaco o Huamantla un acto de malabarismo llama poderosamente la atención, tres machetes vuelan por los aires y con destreza el malabarista ofrece su espectáculo callejero para ganarse la vida.
“EL Nafta”, como prefieren que le llamen sus amigos, es un joven de 25 años originario de Tlaxcala, quien muestra las cicatrices de su oficio con los machetes y guarda recuerdos de su familia.
Muestra una impresionante cicatriz en un costado y dice que esa lesión no se la hizo con un machete, son las huellas de un trasplante de riñón que le hicieron u que esa operación le cambió la vida.
Ahora en lugar de estudiar o de estar encerrado en una fábrica, prefiere llevar a todas partes su espectáculo, muy llamativo por cierto, con tres machetes que pronto serán cuatro, en cuanto domine el peligroso malabarismo.
Confiesa que la principio se cortó varias veces, pero luego le mató el filo a los machetes y eso bajó las cortadas, sin embargo y por la altura a la que lanza los machetes el riesgo siempre está latente.
Dice que vive feliz de esta manera, gana lo suficiente para comer, trabaja todo el día y solamente los policías son quienes los corren o tal pareciera que les molesta su presencia en las calles y los cruceros.
“No molestamos a nadie, ofrecemos un espectáculo de diversión y nos ganamos el dinero honradamente, aunque los policías municipales, en especial los de Apizaco, son quienes nos exigen más dinero, los estatales ni se meten”, comenta con un dejo de reproche.
El Nafta dice que así vive la vida, ahora entre el filo de sus machetes para matar el filo más peligroso de todos que es el hambre y que ese filo no hay quien lo aguante.